
La presentación fue todo un éxito.
Y como siempre, no fue mérito mio.
Rubén Pellejero es un autor con cuarenta años de carrera a sus espaldas. Da vértigo pensar que ya publicaba tebeos cuando yo nací (no aparenta los años que tiene) pero es genial ver cómo hay autores, que tras tantos años de profesión mantienen intactas sus ilusiones, su actividad y ( lo que es aun más extraño) su habilidad plástica y narrativa.
Hay muchos ejemplos de grandes autores que pierden "brillo" con los años. Hablo de gente tan incontestable como Giardino o Juliard, que siguen siendo magníficos dibujantes y narradores pero cuyo acabado se resiente por un mero factor físico. No es el caso de Rubén, un auténtico virtuoso ahora como hace 20 años.
El caso es que por problemas familiares con los que no os aburriré, tan sólo pude compartir un par de cervezas y la presentación con Rubén. Hacía unos años que no coincidía con él en ningún evento (el año pasado en Avilés, el se fue cuando yo llegaba) y no me sorprendió comprobar que no se acordaba de mi. Sorpresa no, pero si un pequeño escozor.
Pese a mi obligada modestia (¿acaso hay algo más patético que un aficionado con ínfulas?) hubo un pinchazo de decepción en el hecho de que no me recordase. Dos conversaciones hace un lustro pudieron dejar gran huella en mi pero pensándolo bien, sería ridículo pensar que tuvieron alguna importancia para él. A fin de cuentas, yo soy quien admira su labor y no al contrario.
Una vez pasada la cura de humildad, de nuevo experimenté esa agradable sensación de cercanía que él transmite y pude disfrutar de una charla enormemente didáctica a cerca de cómo afronta el proceso creativo y de aspectos poco conocidos de su carrera.
Soy de naturaleza optimista y positiva y cuando tengo la oportunidad de conversar con alguien de su talento (es uno de los grandes de la historieta española, objetivamente hablando) y a quien admiro tanto (subjetividad que amplifica el placer) dejé de lado los pequeños sinsabores del día y disfruté como un enano.
Quienes asistieron a la presentación pudieron recibir gran parte de esa información, sentir su modestia, su cercanía. Todos sabían de su enorme talento y quienes quisieron tuvieron su álbum dedicado con un precioso dibujo.
Una tarde maravillosa.
Tengo que agradecer a Astiberri y a Joker su generosidad dejándome hacer presentaciones como esta, en la que el tiempo se fue volando y tuve que recibir no una sino dos señales para que diéramos fin a la charla (que hubiera durado fácilmente una horita más) y la gente obtuviera su ansiado dibujo.
Y es que cuando uno está en compañía de según que gente, el tiempo pasa volando.